Septiembre pasó pesadamente sobre la América profunda. Es un tiempo de aprender de los terribles sucesos que nos han sacudido desde la primera mitad del siglo. Repensarlos, masticarlos, repudiarlos.
Queda como un primer zarpazo brutal de la oligarquía argentina aquel septiembre de 1930 que inaugurara un largo período de inestabilidad institucional en el país. Inestabilidad cuyo único objetivo fue impedir el avance de los procesos populares que intentaron hacer una Patria para todos. Porque cuando las clases acomodadas tienen que defender sus privilegios (heredados como sus campos), lo hacen sin importar los jirones de Nación que queden en el camino.
Pareciera que, con el paso del tiempo, esta conservación de privilegios fue aprendiendo crueldad. Y así llegó el 55, con un introito de bombardeo sobre civiles en junio (método eficazmente probado por las falanges españolas), y aquel septiembre que derrocó al “tirano” que había tenido el descaro de instaurar los años de felicidad del populacho, reconociendo los derechos de la ancianidad, de los niños, de los trabajadores, ¡de la peonada, válgame Dios!! Aquel General casado con una negrita que usurpó el esplendor propio de las damas de sociedad, aquel que había nacionalizado los recursos naturales, los ferrocarriles, se negó a pactar con el FMI… En aquel septiembre, la Libertadora/Fusiladora mandó a su tropa a reprimir a las humildes y valientes mujeres de Villa Manuelita, armadas únicamente con sus blusas de lavanderas desabrochadas, con sus niños pequeños aferrados a sus polleras. Porque cuando la “civilización” tiene que frenar a la “barbarie” no escatima esfuerzos, ¿vio?
Fue en septiembre también que, con el estímulo ya irrefutable de Washington, el chacal cercenó de un golpe la primera experiencia de un gobierno socialista en Latinoamérica que había llegado al poder mediante las urnas. Para hacerlo, debió asesinar al hombre que “sólo” había sido “intérprete de los más grandes anhelos de Justicia”, acallando a fuerza de metralla el metal tranquilo de su voz, allí mismo en su trinchera, su puesto de trabajo, en el que permaneció hasta la hora definitiva. Aquel septiembre se llevó al presidente, al poeta, al trabajador, al sindicalista, a la maestra, al estudiante. Se llevó el sueño de Justicia de todo un Pueblo que intentaba un camino de dignidad. Porque cuando el Imperio tiene que mantener su supremacía, lo hace ferozmente, sin preocuparse por unas cuantas papeletas volcadas en las urnas de algún país lejano.
De este lado de la cordillera nos quedaba una noche dentro de la noche de los siete años. Aquella noche del 76 en que el horror entró a las patadas en los hogares de diez pibes, 16, 18 años, que peleaban por un boleto estudiantil, que militaban mayoritariamente en la UES, que estaban comprometidos con la realidad social que les tocó vivir. Pibes. Adolescentes idealistas. Estudiantes que querían un mundo un poco mejor. Esos pibes se llevaron. A esos pibes torturaron y asesinaron. A esos pibes se tragó un septiembre. Porque cuando el poder establecido decide arrasar con todo lo que se le oponga, lo hace inhumana y planificadamente, sin dejar detalle librado al azar.
Aquí transitamos otro septiembre siniestro. Un septiembre boliviano que se encarna intensamente en nuestra conciencia latinoamericana. Parece ser que hemos aprendido. O estamos aprendiendo. Los presidentes de la región están actuando con la premura que exige la hora. Los pueblos nos movilizamos para defender la voluntad mayoritaria de nuestros hermanos que allá (tan acá que duele) ya sienten la falta de respeto de los poderosos, que llega con forma de bala y deja los muertos al costado del camino. Parece que estamos aprendiendo que, a fin de cuentas, las clases acomodadas, la “civilización”, el Imperio, el poder establecido, por más que lo intenten, no pueden sofocar la voluntad de los pueblos.
En Bolivia, no pasarán. Y los compatriotas de esta Latinoamérica habremos torcido el oscuro destino de nuestros septiembres.
Queda como un primer zarpazo brutal de la oligarquía argentina aquel septiembre de 1930 que inaugurara un largo período de inestabilidad institucional en el país. Inestabilidad cuyo único objetivo fue impedir el avance de los procesos populares que intentaron hacer una Patria para todos. Porque cuando las clases acomodadas tienen que defender sus privilegios (heredados como sus campos), lo hacen sin importar los jirones de Nación que queden en el camino.
Pareciera que, con el paso del tiempo, esta conservación de privilegios fue aprendiendo crueldad. Y así llegó el 55, con un introito de bombardeo sobre civiles en junio (método eficazmente probado por las falanges españolas), y aquel septiembre que derrocó al “tirano” que había tenido el descaro de instaurar los años de felicidad del populacho, reconociendo los derechos de la ancianidad, de los niños, de los trabajadores, ¡de la peonada, válgame Dios!! Aquel General casado con una negrita que usurpó el esplendor propio de las damas de sociedad, aquel que había nacionalizado los recursos naturales, los ferrocarriles, se negó a pactar con el FMI… En aquel septiembre, la Libertadora/Fusiladora mandó a su tropa a reprimir a las humildes y valientes mujeres de Villa Manuelita, armadas únicamente con sus blusas de lavanderas desabrochadas, con sus niños pequeños aferrados a sus polleras. Porque cuando la “civilización” tiene que frenar a la “barbarie” no escatima esfuerzos, ¿vio?
Fue en septiembre también que, con el estímulo ya irrefutable de Washington, el chacal cercenó de un golpe la primera experiencia de un gobierno socialista en Latinoamérica que había llegado al poder mediante las urnas. Para hacerlo, debió asesinar al hombre que “sólo” había sido “intérprete de los más grandes anhelos de Justicia”, acallando a fuerza de metralla el metal tranquilo de su voz, allí mismo en su trinchera, su puesto de trabajo, en el que permaneció hasta la hora definitiva. Aquel septiembre se llevó al presidente, al poeta, al trabajador, al sindicalista, a la maestra, al estudiante. Se llevó el sueño de Justicia de todo un Pueblo que intentaba un camino de dignidad. Porque cuando el Imperio tiene que mantener su supremacía, lo hace ferozmente, sin preocuparse por unas cuantas papeletas volcadas en las urnas de algún país lejano.
De este lado de la cordillera nos quedaba una noche dentro de la noche de los siete años. Aquella noche del 76 en que el horror entró a las patadas en los hogares de diez pibes, 16, 18 años, que peleaban por un boleto estudiantil, que militaban mayoritariamente en la UES, que estaban comprometidos con la realidad social que les tocó vivir. Pibes. Adolescentes idealistas. Estudiantes que querían un mundo un poco mejor. Esos pibes se llevaron. A esos pibes torturaron y asesinaron. A esos pibes se tragó un septiembre. Porque cuando el poder establecido decide arrasar con todo lo que se le oponga, lo hace inhumana y planificadamente, sin dejar detalle librado al azar.
Aquí transitamos otro septiembre siniestro. Un septiembre boliviano que se encarna intensamente en nuestra conciencia latinoamericana. Parece ser que hemos aprendido. O estamos aprendiendo. Los presidentes de la región están actuando con la premura que exige la hora. Los pueblos nos movilizamos para defender la voluntad mayoritaria de nuestros hermanos que allá (tan acá que duele) ya sienten la falta de respeto de los poderosos, que llega con forma de bala y deja los muertos al costado del camino. Parece que estamos aprendiendo que, a fin de cuentas, las clases acomodadas, la “civilización”, el Imperio, el poder establecido, por más que lo intenten, no pueden sofocar la voluntad de los pueblos.
En Bolivia, no pasarán. Y los compatriotas de esta Latinoamérica habremos torcido el oscuro destino de nuestros septiembres.
Tani
Septiembre de 2008
Si nos unimos y nos movilizamos, no pasarán en Bolivia, ni acá ni en ninguna parte de Latinoemérica.
ResponderEliminarTani, sos del palo. Me encanta tu blog, especialmente el nombre. Ya te agrego a mi blogroll.
ResponderEliminarSaludos y gracias por comentar.
Mario
Gracias cumpas a los dos. Este lugarcito recién se está construyendo y es reconfortante que se sumen unos tipos como ustedes.
ResponderEliminarSe vemo
Tani