"El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza." ARTURO JAURETCHE

miércoles, 17 de agosto de 2011

UN DOMINGO QUE NO SE VA

Las piernas duelen, están pesadas como si alguien las hubiera llenado con agua tibia. Hay un cansancio dulce, como ese después de un buen polvo -disculpen el ejemplo- cuando quedás exhausta y radiante, que es lo que sigue a un día de trabajo sostenido que termina en una victoria arrasadora y los festejos correspondientes. Es raro este cansancio lleno de orgullo. Una sabe que el cuerpo pasa factura por hacer lo que todo militante que se precie debe hacer en un día de elecciones: levantarse tempranito y trabajar, en el puesto que le toque, porque cada puestito de laburo, ese día, es una trinchera. Hay que cuidar voto por voto, porque cada boleta azul es el pasaporte para que nuestros hijos tengan un país cada vez mejor.

Es lunes. Pero el domingo no quedó atrás. Está acá, tan presente, en los huesos, en las ojeras, en esta sonrisa que no se va, no se va, loco. Y se agranda a cada minuto, al leer el clarinetesorete, al ver las caras de los periodistas de la TNs adentro. Pasan las diapositivas del domingo. La levantada tan temprano, cómo cuesta, puta madre. Agarrar la mochila cargada en la noche con las boletas, las carpetas para los fiscales, los desayunos. Él que arma los sanguchitos con pan negro (porque la dieta y el piripipí, aunque después vamos a zafarnos con los alfajores) mientras yo lucho por secar las crines, que hace frío y no es cuestión de salir con el pelo húmedo y después pescarse una peste. Después va a tocarme cebar el mate y untar el pan con mermelada dietética . Es parte del trabajo en equipo, porque dos son un equipo, sepanlónnn. Y después caminar esas cuadras, entre dormidos y contentos, porque esta vez sí, esta vez vamos a laburar sabiendo que nos espera el alegrón de la victoria, aunque a esa altura no tengamos idea de cuán alegrón iba a ser el alegrón. Qué distinto al madrugón de hace dos semanas, cuando íbamos a cuidar los votos que ni en pedo iban a alcanzar, lo sabíamos, pero igual hay que ir, eso y no otra cosa hace un militante, qué joder.


Un día tranquilo el domingo. La fiscalía general de una escuela, para algunos significa como ser jefe de los otros. Para mí es un estar al servicio de los compañeros que tienen que apoyar el culo en esa mesa, diez, doce horas, según lo que lleve el recuento. Mierda que hay que caminar. Conseguir agua para el mate, ir a buscar los almuerzos, cebarles mate o prepararles un café, estar atenta a que se arme alguún quilombito, que por suerte no se arma, a disipar alguna duda de los compañeros fiscales o de las autoridades de mesa, siempre toca algún presidente/a que no tiene la más puta idea. Y al final, sumar toda la escuela, juntar las carpetas y llevar los resultados al comando, llevar las buenas noticias y encontrarse con más. Es una linda tarea la de fiscal general. Sí. Debo acá agradecer y felicitar a mis fiscales que fueron y son leones: Mónica, Guille, Eduardo y Gabriel. Es un orgullo haber trabajado con ellos.


El recuento es una joda. Después de tantas horas en los mismos metros cuadrados una ya se divierte con los fiscales de otras fuerzas (fuerzas es una forma de decir, por supuesto). Los del PRO me aseguraban que no iba a salir contenta ese día. A esa altura ya casi dan pena. Como la vieja esa que - me cuenta Mónica - después de poner el voto en la urna dice "a ver si así se va de una vez, ésta...". Lástima, doña. Nos va a tener que aguantar al menos cuatro largos años más. La pila de boletas azules, sube, sube maravillosamente. Esa pila verde asusta un poco, pero no tanto, estamos en la capital. Nos vamos de la escuelita sin saber todavía cuánto, cuánto tenemos, por favor. Acá, ganamos.


La llegada al comando nos regaló el cominezo de la dicha más increíble. Nos vamos para el Intercontinental. Llega el primer msj de mi hija: dice que cincuenta. ¡Cincuenta! Son pocas mesas, puede bajar, me dicen. Ma qué bajar, pienso yo, pero me callo un poco porque respeto la prudencia que yo no puedo tener.


Piedras y Moreno es una fiesta descomunal. Hay pantalla, va a hablar Ella. Ahí está, nos pide mesura. Saluda a los otros precandidatos, habla de Néstor, abraza a su hija. Afuera, otra vez a moco tendido. La escucho arrobada, como que no me despierten, por favor, este es mi sueño y lo estoy viviendo. Pero estoy bien despierta y es el sueño de muchos, de la mitad del país (y la pesadilla de otros). Cantamos la marchita, saltamos, lloramos, gritamos. Hay viejos peronistas, largos sesentas, que cantan con todo el peso de sus años. Hay un muchachón, ahí atrás, pelo largo, unas cuantas canas, que se restrega los ojos tratando vanamente de secarse esas putas lágrimas. Hay tipos con pibes a cococho. Hay una mujer que dice sí, sí, Cristina, como si estuviera en una celebración evangélica. Y sí, esto es un evangelio, es la "buena noticia" para todos los argentinos: tenemos Cristina para rato.


La caminata de vuelta al barrio, nueve de julio hacia abajo, es más difícil que sacarse la sonrisa. Vamos despacito, pero caminemos. Lo vemos a Pérsico, caminando, solo. Llegamos al barrio, pedimos comida, empieza el desfile de cadáveres por la tele. La jornada no podía ser mejor, el futuro está acá. Vamos a festejarlo con ganas.


Es miércoles ya, voy terminando el posteo y el domingo no se me va del cuerpo. Hoy es 17 de agosto y anoche la Sole cantó una bellísima versión del himno, mitad zamba, mitad malambo. Se me ocurre que aquel general mestizo que fue el primero que soñó la Patria Grande debe estar muy muy orgulloso de esto que estamos haciendo.


He dicho.








jueves, 11 de agosto de 2011

LA HUMILDITA Y EL GAUCHITO GIL

"No voy a hacerme la humildita, la chiquita" dice la que tildan de soberbia, arrancándonos la sonrisa cómplice en medio de tanta emoción. Ya había arrancado fuerte la tarde. La entrada del Chivo Rossi desató una ovación reivindicatoria que desdijo auquello de que el peronismo no quiere a los perdedores.


Ella entra en medio de los papelitos. Entra y se adueña del espacio, del tiempo, de nuestros ojos, de nuestros corazones. Ella escucha a Amado que le dice que siempre va a votar positivo. Ella va hacia el atril, canta apesar de las bombas y los fusilamientos los compañeros muertos los desaparecidos no nos han vencido. Ella canta, canta.


Ella habla tranquila, entre compañeros. Se sabe querida, contenida, admirada. Nos habla de amor, nos cuenta del corazón de Néstor tan grande que le estalló el pecho por cuidarla, por defenderla, por quererla. Por quererla, dice, y a una - que es una romántica empedernida- se le caen los mocos sin remedio, mal. Ella nos habla del País que construimos, del orgullo por nuestra educación pública, del mundo que se cae a pedazos y nosotros tan campantes, de los sueños de Néstor, de su familia, de las turbulencias que tuvo que pasar, de Néstor otra vez, que debe estar más tranquilo ahora. Ella habla serena y emocionada, habla con los ojos húmedos. Ella es enorme, sencillamente.


Yo la miro en medio de los mocos irrefrenables. Lloro a baldazos y me pregunto qué tiene esta mina que me puede, que me mata. Cómo hace. Es una presidenta. Es mi presidenta y parece que fuera mi parienta, una prima muy querida, mi hermana. La miro y pienso en mi hija, en la Patria que le estamos dejando y es esta mina que está ahí, en el escenario, quien se pone al frente de la lucha, llenando todos los espacios de combate. Un combate de amor que persigue el último objetivo de un Pueblo feliz y una Patria grande.


La miro y me pregunto cuándo hubiera pensado yo que iba a emocionarme así con un gobierno. Cuándo se me ocurrió la peregrina idea de que un gobierno nacional iba a retomar las históricas banderas que me legó mi viejo y las iba a hacer política de estado. Cómo iba a suponer siquiera dormida que alguien iba a reparar, de a poquito pero firmemente todo el daño que se ha hecho a nuestra Patria, a nuestro Pueblo, a nuestros pibes, a nuestos viejos, a nuestras mujeres. Y les iba a dar un Futuro.


La miro y no entiendo de dónde mierda saca tanta fuerza, tanta entereza en medio de su dolor, en medio de los embates impiadosos de los hijos de puta de siempre. Y encima nos dice que no nos enojemos con ellos, que no entienden. Y la verdad es que entienden, pero ella levita a quince centímetros del suelo, está por encima de todos. Y ellos lo saben, puta que lo saben. Pero el odio le hace más daño a quien lo emite, dice ella, y se los lleva puestos una vez más.


La miro y sé que soy una privilegiada, somos privilegiados por tener esta presidenta. A mi lado, el Ga, con su nudo en la garganta y sus lágrimas que se seca de vez en cuando, también lo sabe.


Ella termina de hablar. Dar es dar, canta Fito y ella baila, en medio de su dolor, ella baila, puta madre. Qué mina.


Detrás de mí, dos muchachones grandes, de impecable traje, tienen los ojos húmedos. Un par de filas más atrás, dos tipos grandes, campera, pinta de laburantes, cincuentipico largos, la miran. Serios, como reconcentrados. Me pregunto qué es lo que están pensando. Seguramente ellos tampoco pueden creer lo que nos está pasando. Seguramente llevan en sus cueros las heridas de los sueños destrozados, que hoy reviven y se pueden palpar.


El acto terminó. Nos vamos quedando para verla hasta último momento. "Si mi Presidenta no se va, yo tampoco" dice el Ga y me enamora más. No lo sabe, no se lo cuenten.


Hay una valla al costado de la platea. Un compañero nos dice que ella va a salir por ahí. Primero no creemos, pero ahí está Ricardo Foster, que no se mueve. Y hay muchos monos ahí dentro del corralito, disculpen la palabra. Y ahí lo veo al fotógrafo presidencial, oséase. Esperemos. Van saliendo los ministros, los gobernadores. Ahí está el Coqui, no fue de vice esta vez, le pongo una ficha para el 2015, me gusta. Y alli viene. Ella.


Se va acercando y saluda uno por uno a todos los que estamos detrás de la valla. Yo estoy rodeada de hombres. Ella me ve, creo que reconoce que soy la única mujer en cinco metros a la redonda. Viene, me saluda, un beso. Un beso a mi presidenta, semejante mina, puta madre. Se me esta yendo y yo tengo en la mano la estampita del Gauchito Gil que llevo siempre en mi billetera y saqué para dársela, como lo más propio que tengo. Se me está yendo y le agarro la mano, se la abro y le pongo la estampita. Ella registra, mira su mano, mira la estampita, y lo reconoce. Sabe quién es el Gauchito. Se le humedecen los ojos y me mira, agradeciéndome. Porque ella es del Pueblo, es así, humildita.


He dicho


jueves, 4 de agosto de 2011

OBISPO DEL PUEBLO

A LA RIOJA QUERENDONA


En cada chaya escondes tu dolor hecho harina y albahaca...
los del puerto te han amordazado para que no grites...
ya tus tientos se cortan y caen tus machetes;
solo te quedan ranchos tristes...
y tierra caliente.

Los de afuera, Chango, te han robao' las vacas;
tu Tata ha quedao' solo... y la Mama un recuerdo;
el Estargidio se fue lejos, a juntar petróleo
allá en Comodoro... rumiando nostalgias.

Y a la Rita la llevó el patrón para que lo comediera,
dicen que en Buenos Aires donde todo es mentira;
tiene que hacer de todo, aunque no lo pueda,
total es riojana, lo mismo que... ¡nada!

Pero el sol está sangrando
allá en Los Mogotes,
y en La Cueva de adentro se oyen galopes;
se acercan pasos por los caminos llaneros
y El Chacho amanece con sus montoneros.

Y por La Quebrada
que le dicen de Chusquis
unos lloros del cerro se gritan contentos;
hay olor a racimos y a vino nuevo,
y Don Aurelio ya calienta la pava en el fuego.

¿Por qué no quieren que diga lo que siento...
es que es mentira hablar del silencio...
no escuchan el grito de los de tierra adentro?

Somos, nosotros, porteños...
es fiero ¡si vieran lo que yo siento!
Quebradas y llanos... cansados y sedientos...
el alero del rancho se lo llevó el viento,
dicen que anoche silbando el silencio...
¿No escuchan el grito de los de tierra adentro?


Mons. Enrique Angelelli

Asesinado el 4 de agosto de 1976

ESTE BLOG ESTA ORGULLOSO DE SER PARTE DE LA MIERDA OFICIALISTA