"El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza." ARTURO JAURETCHE

sábado, 29 de noviembre de 2008

HACIENDO (MIERDA) BUENOS AIRES

Tarde de sábado en la reina del Plata. Mi amiga Marian me dice que vayamos a ver a Jaime Ross, que toca gratis en el Parque Roca. Hace mucho que no voy a ver a Jaime, puta, y justo tiene que venir dentro del marco de un programa del gobierno de la ciudad. Oséase: si voy, le hago número a Macri. No. No quiero. Pero tampoco quiero desistir de la invitación de mi amiga. Por suerte, como a esta altura ya soy incapaz de decidir, la madre naturaleza lo hace por mí, y un fenomenal diluvio se desata casi sin avisar.

Me agarró la lluvia dentro de un locutorio en avenida Entre Ríos. En escasos cuatro minutos el agua subió a la vereda y amenazaba con entrar al local. Va a estar bueno nadar en Buenos Aires, que por suerte no es el Atlántico y además estamos en verano, con lo cual son escasas las probabilidades de terminar azulcita así como Di Caprio en ese bodrio superlativo que es Titanic.

Hoy ya es lunes. El sábado se tildó la máquina en el locutorio y no pude seguir. Pero todos sabemos cómo fue el asuntejo ese de la lluviecita (que por supuesto salvó las papas de los noticieros esta mañana). Lo que me asombra (o no tanto, en realidad) es que NADIE le pregunta al payaso este que la tilingada votó como Jefe de Gobierno qué corchos está haciendo para mejorar el desagote de las aguas que nos trasladan a Venecia en cuestión de segundos.
No faltará quién diga que el sistema está saturado, que son varios los gobiernos que no han hecho nada, y bla bla bla. Oquei.
El problema no es sólo que el nene no está mejorando el sistema de desagote, sino que lo está empeorando. Y encima, hace suculento negocio con eso. ¿De qué estoy hablando? De algo tan sencillo y aparentemente banal como LOS ADOQUINES. Supongo que lo vieron. En todos los barrios se están levantando nuestros queridos adoquines, que son reemplazados por prácticas (e impermeables) carpetas de concreto. Los humildes adoquines, además de ser patrimonio histórico de la ciudad, permiten que el agua filtre entre ellos, cosa que no sucederá cuando estemos de concreto hasta las verijas. Los adoquines van a a parar a Easy, a los countries del GBA, y vaya a saber a qué otros conchetos lugares.
Pero yo me quejo de los adoquines... ¡¡¡ já de joder, tana!!! ¿alguien fue a un hospital? ¿alguien tiene a sus pibes en la escuela pública? ¿alguien tiene un pariente internado en el Borda? ¿alguien vive en la Villa 31? ¿alguien está parando en lo que dejaron de la villa el Cartón? ¿alguien sabe que las 46.000 "luminarias nuevas" que Maurizio dice que puso, son en realidad algunas columas y el resto sólo lamparitas?

En el momento en que estoy escribiendo esto, está Rodríguez Larreta "respondiendo" las preguntas de los legisladores porteños, que versan sobre todo en la subejecución del presupuesto 2008, en especial en las áreas de educación y salud. Empezó con un discurso de hora y media en el que explicó que vivimos en Estocolmo. Cuando llegue esta noche a mi casa en Constitución, me pa que voy a decidir comprar de la que fuma Larreta.

Por cierto... no creo que en ningún canal pasen demasiado sobre este "debate" que ya lleva más de 6 horas.

Por suerte Buenos Aires nos regala algunas satisfacciones... Cleto se juntó con Artaza

lunes, 24 de noviembre de 2008

Abuelas

Son canciones de cuna que se desgajaron
Echando a volar sus arpegios doloridos
Por los aires que eran buenos pero malos
Porque los pibes no oían, no estaban
Son vacías casitas de muñecas
trenzas perdidas en el recuerdo
Trenzas deshechas por no hechas
Caminos al jardín de infantes no recorridos
Son un chocolate que se quebró en la taza
El borrón en un cuaderno de tapa dura
La rodilla ausente de su plaza
El consuelo vital retenido en el pecho
Son guardapolvos sin manchón de tinta
Sin patios, sin sietes, sin almidón
Son fiebres y toses que no encontraron las caricias
Ni el tecito de la abuela que cura todos los males
Los cuentos que ellas no contaron
Perdieron las brujas y las hadas
Para hallar monstruos humanos
Que se robaron la ternura
La ternura, que anda descaminada de besos
Ignorando la tibieza y la voluntad
Arrebatada del nido en pleno invierno
Atrapada aún en la noche umbrosa
Y ellas siguen buscándola
Para devolvernos nuestras flores.

Roxana Balsarini

ZARPAZOS


Septiembre pasó pesadamente sobre la América profunda. Es un tiempo de aprender de los terribles sucesos que nos han sacudido desde la primera mitad del siglo. Repensarlos, masticarlos, repudiarlos.

Queda como un primer zarpazo brutal de la oligarquía argentina aquel septiembre de 1930 que inaugurara un largo período de inestabilidad institucional en el país. Inestabilidad cuyo único objetivo fue impedir el avance de los procesos populares que intentaron hacer una Patria para todos. Porque cuando las clases acomodadas tienen que defender sus privilegios (heredados como sus campos), lo hacen sin importar los jirones de Nación que queden en el camino.

Pareciera que, con el paso del tiempo, esta conservación de privilegios fue aprendiendo crueldad. Y así llegó el 55, con un introito de bombardeo sobre civiles en junio (método eficazmente probado por las falanges españolas), y aquel septiembre que derrocó al “tirano” que había tenido el descaro de instaurar los años de felicidad del populacho, reconociendo los derechos de la ancianidad, de los niños, de los trabajadores, ¡de la peonada, válgame Dios!! Aquel General casado con una negrita que usurpó el esplendor propio de las damas de sociedad, aquel que había nacionalizado los recursos naturales, los ferrocarriles, se negó a pactar con el FMI… En aquel septiembre, la Libertadora/Fusiladora mandó a su tropa a reprimir a las humildes y valientes mujeres de Villa Manuelita, armadas únicamente con sus blusas de lavanderas desabrochadas, con sus niños pequeños aferrados a sus polleras. Porque cuando la “civilización” tiene que frenar a la “barbarie” no escatima esfuerzos, ¿vio?

Fue en septiembre también que, con el estímulo ya irrefutable de Washington, el chacal cercenó de un golpe la primera experiencia de un gobierno socialista en Latinoamérica que había llegado al poder mediante las urnas. Para hacerlo, debió asesinar al hombre que “sólo” había sido “intérprete de los más grandes anhelos de Justicia”, acallando a fuerza de metralla el metal tranquilo de su voz, allí mismo en su trinchera, su puesto de trabajo, en el que permaneció hasta la hora definitiva. Aquel septiembre se llevó al presidente, al poeta, al trabajador, al sindicalista, a la maestra, al estudiante. Se llevó el sueño de Justicia de todo un Pueblo que intentaba un camino de dignidad. Porque cuando el Imperio tiene que mantener su supremacía, lo hace ferozmente, sin preocuparse por unas cuantas papeletas volcadas en las urnas de algún país lejano.

De este lado de la cordillera nos quedaba una noche dentro de la noche de los siete años. Aquella noche del 76 en que el horror entró a las patadas en los hogares de diez pibes, 16, 18 años, que peleaban por un boleto estudiantil, que militaban mayoritariamente en la UES, que estaban comprometidos con la realidad social que les tocó vivir. Pibes. Adolescentes idealistas. Estudiantes que querían un mundo un poco mejor. Esos pibes se llevaron. A esos pibes torturaron y asesinaron. A esos pibes se tragó un septiembre. Porque cuando el poder establecido decide arrasar con todo lo que se le oponga, lo hace inhumana y planificadamente, sin dejar detalle librado al azar.

Aquí transitamos otro septiembre siniestro. Un septiembre boliviano que se encarna intensamente en nuestra conciencia latinoamericana. Parece ser que hemos aprendido. O estamos aprendiendo. Los presidentes de la región están actuando con la premura que exige la hora. Los pueblos nos movilizamos para defender la voluntad mayoritaria de nuestros hermanos que allá (tan acá que duele) ya sienten la falta de respeto de los poderosos, que llega con forma de bala y deja los muertos al costado del camino. Parece que estamos aprendiendo que, a fin de cuentas, las clases acomodadas, la “civilización”, el Imperio, el poder establecido, por más que lo intenten, no pueden sofocar la voluntad de los pueblos.
En Bolivia, no pasarán. Y los compatriotas de esta Latinoamérica habremos torcido el oscuro destino de nuestros septiembres.


Tani


Septiembre de 2008

EL 17




Son nuestras las patas en la fuente.
Ahí se ve, bien clarito, en la foto:
las patas de Molina y Ponce, eternamente nuestras,
y la fuente también.

Son nuestras las alpargatas que nos trajeron libros,
la ciudad de los niños, los zapatos nuevos,
las risas de los hijos, la casita propia,
como la sidra, el pan dulce y las máquinas de coser,
.
Son nuestros Discépolo, la biblia y aún el calefón,
la alegría orillera y el puño de Gatica,
los bombos, los guardapolvos, el cruce del riachuelo
la Patria descalza que suele volver.

Son nuestros el olor del trabajo, Scalabrini y Carrillo,
el Pulqui, los altos hornos y los trenes,
las cosechas, el petróleo y las cucharitas
y hasta el futuro es nuestro, qué joder.

Es nuestra esa mujer que sonríe con su rebeldía al viento
que se caga en las Damas de Beneficencia
esa mujer de trajecito sastre y vestidos de gala,
esa mujer tan inmensa que todas queremos ser.

Son nuestros los cuerpos masacrados en la Plaza,
nuestros los fusilados del cincuenta y seis,
nuestras las corridas, los caños y las pintadas furtivas,
los loros que cantan la marchita, el asado y el parquet.

Son nuestros también – a qué negarlo-
algunos traidores mareados por alturas
cobardes y embusteros que nos crecieron como pústulas
contradicciones que supimos conseguir

Son nuestras las antorchas que quemaron la infamia,
nuestros los perseguidos y los encarcelados,
los torturados, los silenciados, los oprimidos
las claras nomeolvides en el jardín.

Es nuestra la vieja Lala gritando en el patio de la Rosada
y la Tota cuidando a los pibes en el tiempo de resistir,
es nuestro el tano que entregó las mechas
nuestros como el trino de Hugo del Carril

Son nuestros Paco y Rodolfo, y sus vidas y sus muertes
y su prosa , sus poemas, sus huesos,
sus voces insurrectas que no pudieron callar
es nuestra la luminosa urgencia de sus horas.

Es nuestro el diecisiete, la historia y el destino
Son nuestras las puteadas y la bronca
la palabra compañero y el vivaperóncarajo
son nuestras las banderas, es nuestra la victoria,

Roxana Balsarini
17 de octubre de 2007

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