"El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza." ARTURO JAURETCHE

jueves, 31 de marzo de 2011

NO LO ENTERRAMOS, LO SEMBRAMOS (Crónica de un 24 de marzo diferente)






“A Néstor Kirchner no lo enterramos, lo sembramos”. Las palabras de Taty retumban en las primeras sombras de la noche que se desliza en el aire haciendo manifiesta la presencia contundente de aquella figura desprolijamente enorme que la muerte no pudo vencer, justamente en aquella plaza donde se agolpó su Pueblo a llorarlo y vitorearlo.

Néstor está tan presente en esta jornada que comienza –para mí- con la reunión previa en Familiares, tres de la tarde, recibiendo las instrucciones del día, papeles y más papeles, adhesiones, consignas, hoja de ruta, presunción y no seguridad de horarios, porque primero está la marcha de los troskos y esperemos que cumplan el pacto y despejen la Plaza a la hora señalada.

Salgo de Familiares con Orlando, Nora se nos va a unir más tarde, cuando termine su programa en la radio. Caminamos desde Congreso a la 9 de Julio en medio de banderas rojas, ni una sola bandera argentina, mirá qué cosa. La avenida más ancha del mundo está hasta las manos, atiborrada de gente que espera el paso de la otra marcha.

Los troskos son muchos. Diríase que están todos los troskos de la Argentina. Ni uno menos. Pasan entre nosotros gritando consignas busconas. Vienen un 24 a gritar contra el gobierno que está metiendo en cana a todos los milicos. Así de ubicaditos son. Pickle en pan dulce. Que a Mariano Ferreira lo van a vengar con la lucha, dicen. Habría que a avisarle a la loca de la voz de pito que Pedraza está en gayola. No sé, digo, a lo mejor no se enteró. Gritan contra Cristina, la comparan con la dictadura. El Pueblo sólo los rechifla, con los dedos en ve. Pobres troskos, ya no sirven ni para provocar. Se quedaron con las ganas de regalarle a Clarín la tapa de los incidentes.

A Orlando lo pierdo al toque. Se zambulle en La Cámpora como un pibe en una caramelería. Veo una piba con su remera: “Yo lo ví bajar los cuadros”. Mi hija va llegando. Mi hombre me da el último beso del día, creo. Me voy con Nora para la Plaza, a hacerle la pata a Ana que está sola aguantando el escenario. Por el camino va explotando el celular. Estamos acá, estamos allá, van diciendo los diferentes compañeros. Néstor está tan presente. Me lo cruzo a Mendieta. Orgullo me da ese tipo, que labura silenciosamente por el Proyecto sin tirarte con ningún peronómetro. Msj d txt: Donde estás. Acá sólo escucho a un forro que putea al gobierno. Rpta: Boludo, te metiste en la marcha troska, nosotros no salimos todavía. Que lindo encontrarlo al Krencha, y recordar esa tarde sentados en la escalinata del monumento de los Dos Congresos, escuchando cómo se terminaba la impunidad en la Patria.

Nora es una maestra abriéndose paso entre la gente. Yo con mi hija y su amiguita a cuestas trato de ser más prudente. Llegamos a la valla. Somos las conductoras del acto. La valla se abre. Subimos al escenario. Quedan aún un par de banderas rojas en retirada. Ya está Orlando. Ya estamos los tres. Hoy, por primera vez en tantos años, vamos a decir nuestros nombres y oficios: Nora Anchart, periodista. Orlando Santos, actor. Yo, Roxana Balsarini, locutora nacional. El carácter de “nacional” que tiene mi título es algo que me da especial orgullo, por eso lo menciono. Siempre. Y nos sacamos la foto, también por primera vez. La foto de los tres, la plaza llena de fondo. La foto con ellos, con ustedes, con nosotros. La foto con Néstor multiplicado. Está tan presente.

Decía hace unos días que este 24 iba a ser diferente. Y sin dudas lo es. Néstor está tan presente. Está ahí, saltando entre la muchedumbre, con el saco eternamente desabrochado, la corbata floja, el pelo revuelto, tal vez el camarazo en la frente. Está ahí, en medio de tantos tantos dedos en ve, tantos como nunca había visto en una marcha del 24. Porque recuerdo hace años, los peronistas éramos no muy bien vistos en esa marcha. Y casi ni nos animábamos a hacer la ve, no porque tuviéramos vergüenza, no, sino que para qué irritar susceptibilidades. Ahora estamos a nuestras anchas.

Treinta mil compañeros detenidos desaparecidos presentes ahora y siempre es el grito inaugural, un canon que me rompe la garganta y qué me importa la técnica vocal, esto se grita desde las tripas, no se puede andar pensando cómo colocar la voz. Nos lleva dos segundos organizarnos. ¿De izquierda a derecha o al revés? Qué se yo dale, vamos. Se leen las adhesiones. Circula esa energía de gente que escucha, que quiere oír quiénes estamos, quiénes somos ahí. Gente que quiere escuchar el nombre de su agrupación, su centro cultural, su sindicato, su centro de estudiantes. El aplauso fácil se consigue rápido, le digo a Nora, después de que nombra a los Putos Peronistas y a los Negros de Mierda. Se ríe. Seguimos con las adhesiones.

Pasa que cuando uno lee así, sin haber ojeado previamente más que muy por arriba, va diciendo las palabras al tiempo que va pispeando el renglón que viene. Pasa eso con la adhesión de La Tendencia Nac&pop. Voy leyendo: gracias madres, gracias abuelas… y veo lo que sigue y se me para el corazón y no me sale la voz, porque la emoción hace eso, te agarra la voz y te la lleva al fondo de la garganta. Tanto es así que mis compañeros creen que ahí se terminó la adhesión y siguen leyendo hasta que les digo paren que no terminó, lo que me da unos segundos para recomponerme y leer lo que me falta, como puedo, con ese nudo: “Gracias Néstor, gracias Cristina, por hacer posible lo imposible…” Está tan, pero tan presente… Vienen los de Choque Urbano y hacen una fiesta ahí arriba. Sí, después de todo, no nos robaron la alegría.

Llegan las viejas, nuestras queridas viejas. La plaza estalla en el abrazo gritado. Suben. Despacito, cada vez más despacito. La rampa es larga y ellas están más viejitas pero no más apagadas. Se acomodan en las sillas. Este es el momento en que una debe correrse. Allí está el fondo del escenario, el lugar al que una sabe que debe ir. Sentarse y escuchar el documento de los organismos que suena en las voces arrugaditas, ajadas, profundas de Haydée, Taty, Lita y Estela. Se pide la desclasificación de documentos de la SIDE y las FFAA, se pide el avance de los juicios a "los responsables civiles e ideológicos que se beneficiaron con el modelo económico de la dictadura que intentó destruir la política como herramienta de cambio y de lucha". Se recuerda la complicidad del empresariado, la justicia, la prensa y las jerarquías eclesiásticas. Se reconocen los logros en materia de derechos humanos. "Queremos reivindicar al gran compatriota y militante el ex presidente Néstor Carlos Kirchner. que ante la ONU se reconoció como hijo de las Madres", dice Taty, y agrega: "Por eso, desde esta histórica plaza te decimos `gracias Néstor y fuerza Cristina´". Y la plaza estalla. “Néstor no se murió…” Tan presente…

Se va cerrando la tarde. Madres, Abuelas, Hijos, Familiares, Herman@s, van bajando del escenario. Casi sin darme cuenta volteo la vista hacia la izquierda de la Plaza, algo me llama. Alguien. Mi hombre que me hace la ve, que me mira arrobado, orgulloso, que me tira otro beso, le susurro algo que entiende. El pecho está encendido y los ojos se humedecen. Pequeños gestos de amor que le dan sentido a tantas cosas… También ahí está presente Néstor. Saludo a los chicos. Aparece un eternéstor entre la multitud. Todavía faltan las actuaciones de los grupos de rock. Orlando, Nora y yo nos abrazamos. Una vez más, lo hicimos.

Después de presentar al último grupo, emprendo el regreso al hogar con mi hija, que estuvo todo el tiempo ahí, detrás del escenario, haciendo el aguante. El año pasado vino porque yo le dije si quería. Este año quiso ella solita. Nos vamos caminando por Diagonal Sur hacia la 9 de julio, buscando un puto colectivo que nos lleve a Constitución. Duelen los tobillos. Lalu me saca la última foto, al lado de un eternéstor, tan presente. Llego a casa, me tiro sobre el sillón. Aviso que llegué. El último beso del día me llega en forma de mensaje de texto: “Te quiero. Descansá.” Ahora sí, la jornada ha terminado.

He dicho.

miércoles, 30 de marzo de 2011

QUINCE AÑOS SIN UNOS OJOS AZULES


Hace varios días que estoy escribiendo lo del 24. Quería publicarlo hoy. Pero hoy tengo que hablar de mi viejo. Un tipo peronista. Un tipo común. Tan común que no van a leer acá una historia de héroes, sino una historia común, como la de millones de tipos con sus historias comunes, que no por comunes son menos importantes.


Mi viejo era hijo de inmigrantes italianos, que malvendieron sus bienes en las uropas para pagar deudas y salvar la limpieza del apellido, y se vinieron con una mano a atrás y otra adelante. Fue el menor de los varones de don Luigi y doña Elvira. Creció en el barrio de Pompeya, y su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por los esplendores del peronismo, inaugurándose la marca en aquel diecisiete, cuando era un pibe que miraba con sus grandes ojos azules (azules, ni grises ni celestes… increíblemente azules) cómo venían las mujeres agarradas de los brazos por la avenida Almafuerte, a liberar al Macho.


Después, le vinieron los zapatos y el guardapolvo que le mandó el gobierno, el amor por Evita, los amigos, las milongas, el salir a laburar, Perón Perón qué grande sos. El tipo largó los libros y se puso a arreglar heladeras, lavarropas, esas cosas, en una época donde podías hacerte un porvenir sin que te hiciera falta un título universitario. A los 28 pirulos sentó cabeza y se casó con mi vieja, una morocha obrera, linda linda. Como tantos, estableció su hogar en los fondos de la casa de la nonna. Con los años, de ahí pasamos a un departamentito de dos ambientes, y después a la casa propia, construida gracias al Plan Eva Perón del Banco Hipotecario, allá por el 73.


Tengo imágenes de mi viejo que parecen de una película. Cuando llegaba con la camioneta de la empresa a la casa de Almafuerte, tocaba bocina y yo salía corriendo y me subía a la caja y moría de risa cuando saltaba al pasar el umbral del portón. Tenía una onda especial con los chicos. Con los propios y los ajenos. Los pibes se le pegaban como moco. Mis primos, los vecinos del barrio, los hijos de los amigos, todos amaban a mi viejo. Nosotros moríamos de felicidad cuando tocaba el timbre al llegar al departamento, cansado, cargando su valija de cuero con las herramientas, y salíamos los tres a colgarnos de él, mientras buscábamos los caramelos en sus bolsillos. No es posible olvidar cómo se desvivía por nosotros. Los juguetes que nos compró con tanto esfuerzo, las veces que nos hizo de caballo, que jugó con nosotros, que nos asustó, que nos cagó a pedos.. Los domingos a la mañana, los cinco en la cama grande para mirar la carrera del Lole, y él haciendo el desayuno para todos. El Lole salía segundo y después venía el mate con pan y salamín, mientras esperábamos que estén los fideos o el asadito. Su familia era el mejor mundo para mi viejo.


El viejo quería, por sobre todas las cosas, que estudiáramos. Por el año 77, recién mudados a Torcuato, con la casa aún sin terminar, el viejo no tenía plata para comprar el libro de lectura de primer grado para mi hermano. Pero mi hermano tenía que tener su libro, así que el tipo fue y compró un cuaderno Rivadavia, marcadores Sylvapen (los de las florcitas, ¿se acuerdan?) y una caja de lápices, pidió un libro prestado y lo copió íntegro. A ver si me entienden: el enferrrrmo le copió todo el libro de lectura, con sus dibujos, sus colores, sus letras imprentas y cursivas. Mi hermano tuvo su libro igual al de sus compañeritos, sólo que con renglones. Ese año mi hermano fue el mejor alumno de su grado (por primera y única vez en su vida, jaja).


El viejo nos apoyó siempre, en todo lo que decidimos, aunque no le gustara. Cuando le salí con que iba a entrar en la Escuela Nacional de Arte Dramático, el tipo me dice “mirá, hija, yo preferiría que estudies otra cosa, pero si eso es lo que querés, yo voy a apoyarte”. Y ahí estuvo, siempre. Me fue a ver a todas las obras que hice, al menos en Buenos Aires. Después, cuando le dije que me iba a vivir al Chaco, tampoco le gustó ni mierda, fue sin duda un gran dolor para él, pero apoyó, porque yo iba tras de un sueño de felicidad. Cuando quedé embarazada, vine a Buenos Aires a dar la noticia. Él, a sus cincuenta y siete años, ya estaba siendo brutalmente carcomido por el Alzheimer. En uno de sus momentos de lucidez, le conté que estaba embarazada y le pregunté si no le molestaba que fuera a tener un hijo sin estar casada. Me respondió: “¿Y cómo me va a importar, si vas a darme un nietito?” Cuando volví, con mi bebé de quince días, sé que le iluminé los casi dos años que le quedaban de vida. O se los iluminó mi hija. Él hizo lo último que podía hacer, con todas las limitaciones que le impuso esa enfermedad de mierda. Nos cobijó, nos amparó, nos amó. Y cuando todo estaba más o menos encaminado, se murió. Concha de su madre, la chota Huesuda se lleva a los tipos buenos demasiado temprano. Mi viejo no llegó a cumplir sus sesenta.


Los tres hijos recogimos su legado. Los tres tenemos, indudablemente, algo de él.


Mi hermana más chica tomó su gusto por la naturaleza y el deporte. Hace años ya que vive una buena vida en Necochea, preocupada por el medioambiente, apagando luces para salvar el planeta, esas cosas. Y entrenando a un equipo de básquet de pendejos de 5/6 años. Básquet. Mi viejo fue subcampeón de básquet en los Campeonatos Infantiles Evita del ’51. Cosas de la vida, en la reunión bloguera de la Bancaria conocí al capitán de aquel equipo, que es el padre de los jóvenes Cacharienses, el mundo es una carilina. Pero volvamos a mi hermana. Ella es la única que mantiene la estructura familiar que nos inculcó el viejo: marido, hijo que es un divinor, un perro, una casa con jardín. Claro que mi hermana exageró un poco, y la casa se la compró con vista al mar.


Mi hermano, el del medio, tiene ese buen humor a prueba de balas. Mi viejo era así, el alma de las fiestas, siempre pronto a alegrar la vida de quien estuviera cerca con algún chiste pelotudo. Como ese en el que Pedro se hunde al pretender caminar sobre las aguas, y Jesús se da vuelta, lo mira y le dice: “Por las piedras, boludo, por las piedras”. Esa clase de chistes, tremendamente idiotas, lo vuelvo a leer ahora y me cago otra vez de risa. Así también es mi hermano, un histrión al que a veces dan ganas de matar, y entonces el tipo va y te sale con cualquier huevada y te desarma toda la furia que podés haber traído.


Yo, la mayor, me quedé con su pasión por la música, por las letras, y por el peronismo. Nunca voy a cantar Romance de Barrio con su gorjeo dulzón, ni voy a tocar la armónica haciendo así con la patita como él, pero cazo la guitarra y abro la jeta y masomeno me defiendo. Nunca voy a escribir esos sonetos perfectos (ni ese incomparable Poema a la Mierda que escribió el animal). Apenas acomodo palabras y despunto el vicio por acá, a veces con cierta eficacia. Es en su pasión peronista, en sus ideales, en sus banderas que tomé y llevo adelante, donde más me hallo. Y en donde más lo honro. Espero.


Los tres hermanos heredamos la mano para el dibujo. Los tres somos padres que se desviven por sus hijos. Los tres nos mandamos algún cagadón alguna vez. Los tres somos personas buenas.


Disculpen si la hice demasiado larga, yo escribí todo esto sólo porque hoy hace quince años que se supone que se fue. Y para decir que estoy orgullosa del viejo que tuve. Y que el viejo debe estar orgulloso de lo que hizo. Ojalá todo el mundo tenga un viejo como el mío.


He dicho.

miércoles, 23 de marzo de 2011

UN VEINTICUATRO DIFERENTE

Y mañana estaré allí, en el escenario, emocionándome otra vez al ver llegar la multitud memoriosa acompañando una gran bandera portada por las viejas, que caminan cada vez más despacito pero no dejan de caminar.

Mañana estaré allí y, como cada año, estará mi garganta llena de voces de los compañeros que ya no están, y que se multiplican. Estarán mis ojos llenos de tantos compañeros desconocidos y tan queridos que van ocupando cada metro de la Plaza que es suya, que es de las Madres, que es nuestras. Estarán mis manos prontas a hacer los dedos en ve.

Mañana estaré allí, y no puedo dejar de pensar que va a ser diferente, como fue diferente la Marcha de la Resistencia. Un veinticuatro sin Néstor, un veinticuatro sin el hombre que se reconoció hijo de la Madres, un veinticuatro sin el tipo que se puso la lucha de los Organismos de Derechos Humanos al hombro y tomó la decisión política de bajar las leyes de impunidad y meter en cana a todos los milicos.

No es casual que cubrieran esos pañuelos aquel cajón. Miro la foto, el blanco sobre la madera oscura, y las manos de Cristina como cariñosa guardiana del legado, de los pañuelos, de la Justicia. Hicimos bien las cosas.

Yo sé que Néstor estará allí, sonriendo.

Nos vemos mañana en la Plaza, compañeros.

He dicho

miércoles, 16 de marzo de 2011

UN CAGÓN CONSUETUDINARIO

No tuvo los huevos para decir "Mi voto es NEGATIVO, es en contra del gobierno que yo mismo integro, es en contra de lo que esperaban de mí los que votaron esta fórmula"

No tuvo los huevos para renunciar a un cargo que le queda demasiado grande, como cualquier persona mínimamente decente lo hubiera hecho.

No tuvo los huevos para darle un abrazo reparador a su candidato catamarqueño.

No tiene los huevos para lanzar de una vez su precandidatura.

Ahora, ni siquiera tiene los huevos para presentarse en una interna, razón de vivir de todo radical que se precie (recordemos aquello de "gobernar es algo que sucede entre una interna y otra")

¿Y en este mamarracho habían fundado sus esperanzas democráticas los oponguistas de siempre? Maiiii godddddd!!!

domingo, 13 de marzo de 2011

PERONISMO VS. PROGRESISMO: DISCUSIÓN CERRADA

"Quiero decirles a todos ustedes, que cuando incorporen a otros argentinos no les pregunten de dónde vienen, no les pregunten cuál es su historia o su partido.

Pregúntenles si están de acuerdo con que la Asignación Universal por Hijo sirve para que millones de niños tengan derecho a la educación y a la salud.

Y también, quiero que les pregunten si están de acuerdo con que tenemos que seguir industrializando el país y agregando valor para seguir generando trabajos más calificados para todo los argentinos.

Quiero que les pregunten si tenemos que seguir poniendo en la educación pública en todos sus niveles el esfuerzo y los recursos, y si tenemos que seguir aún poniendo más;


quiero que le pregunten si necesitamos seguir inaugurando - como hace unos días - universidades públicas y gratuitas
para que tengamos realmente niveles de igualdad;

quiero que le preguntan si necesitamos proteger el trabajo nacional, la producción nacional y el desarrollo de nuestra industria;

si necesitamos también seguir desarrollando un fuerte mercado interno que impulse también a que exportemos más y mejor
porque generamos más y mejores puestos de trabajo;

quiero que le pregunten si quieren ser un país donde los derechos humanos son una bandera de toda la sociedad, sin ninguna distinción de ideología o partido, porque es lo
que nos diferencia de la barbarie.

También quiero que le pregunten si como argentino se siente parte de esta América del Sur, de este MERCOSUR, de esta UNASUR, si se siente profundamente latinoamericano y siente orgulloso de su identidad, de su pertenencia, de su historia;

quiero que le pregunten si está de acuerdo con una sociedad que da derechos igualitarios, que amplía el abanico de posibilidades y que nos convierte a todos un poquito más iguales todo los días.

Si están de acuerdo con esas cosas forman parte de esta historia y de este espacio, lo demás es anécdota o vanidades personales."

A ver si nos entendemos: LO DIJO LA JEFA. Punto.

He dicho

miércoles, 2 de marzo de 2011

CÓMO SE VUELVE A CONSTRUIR UNA PATRIA

Yo soy madre soltera. Así, sin vergüenza y sin orgullo. Así como es, nomás. Hace casi diecisiete años que llevo adelante, como puedo, un hogar monoparental. Hace siete años que puedo un poco mejor.

¿Hubiera querido otra cosa? Seguro. Me hubiese encantado formar una familia que encajara en los cánones que impone el mandato social, qué voy a hacerme la progre. Un marido, dos o tres hijos, una casita, un perro, ¿por qué no? Las contingencias de la vida y algún resorte íntimo que no voy a ponerme a analizar, determinaron lo contrario. El padre de mi hija se borró olímpicamente y no le dio ni el apellido. Corrientes tiene payé y algunos hombres que no se hacen cargo de sus actos.

Cuando confirmé embarazo, perdí uno de los tres trabajos (en negro) que tenía. Los otros dos significaban un ínfimo monto de dinero que apenas alcanzaba para la pensión, comer, y - con mucho esfuerzo - ir pagando el parto en cuotitas, en una clínica privada, aterrorizada como estaba por varios casos de robo de bebés que habían ocurrido en los hospitales públicos de la provincia de Corrientes. Lejos de mi familia, en una región que a mediados de los noventa ya empezaba a sufrir las consecuencias del despojo de la Patria, la situación era bastante difícil. Mi panza y yo. Nadie ni nada más.

Ayer estaba en la Plaza, escuchando a mi Presidenta. Un discurso impecable, conceptual, contundente en las cifras y en lo político. Estaba ahí, unida por el cable de unos auriculares y algunas cosas más a mi hombre, que tal vez comprendió esa instantánea humedad en mis ojos y el corazón que se detenía cuando escuché a Cristina decir que se ampliaba la Asignación Universal por Hijo a las embarazadas, a partir del tercer mes de gestación. Y que esto incluía el Plan Nacer, con controles médicos a las madres y a los bebés, para que no se mueran, para que estén sanos.

No fue la razón, fue un golpe al centro del pecho lo que me llevó a aquella situación de desolación, en aquel rincón de la Patria donde yo miraba mi panza diciendo "Somos vos y yo contra el mundo". En esos tiempos una estaba sola. Con amigos y conocidos, sí, que estuvieron, que ayudaron. Pero en el fondo, cuando no hay ni un padre ni un Estado, la soledad es absoluta, el desamparo es total. Y se nota más cuando hay que comprar pañales y la billetera es una lágrima. Y cuando la bebé llora en medio de la madrugada y una, madre primeriza que no sabe que llora de hambre nomás porque todavía no te bajó la leche, cuenta las monedas para tomar un remís hasta la clínica. Y cuando - imposibilitada ya la supervivencia- una debe hacer el avío y volver a Buenos Aires, con un sentimiento de derrota que sabe que va a superar pero muerde, muerde.

Ayer mi Presidenta les dijo, a todas las mujeres embarazadas de mi país, que no están solas. Y yo las envidié, que quieren que les diga. Me hubiera gustado sentir el cobijo de algo más que la aridez de la cama en que me acurrucaba en esas horas. Con marido o sin él, un embarazo es más tranquilo cuando una sabe que el Estado se hace cargo, se ocupa. El Estado las protege, a ellas y a sus hijos, como no me protegió a mi ni a tantas, tantas otras.

El Estado, en la voz de mi Presidenta, restauró ayer el valor de una palabra ausente por tantos años: AMPARO.

Así, así, es cómo se vuelve a construir una Patria.

He dicho



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