"No voy a hacerme la humildita, la chiquita" dice la que tildan de soberbia, arrancándonos la sonrisa cómplice en medio de tanta emoción. Ya había arrancado fuerte la tarde. La entrada del Chivo Rossi desató una ovación reivindicatoria que desdijo auquello de que el peronismo no quiere a los perdedores.
Ella entra en medio de los papelitos. Entra y se adueña del espacio, del tiempo, de nuestros ojos, de nuestros corazones. Ella escucha a Amado que le dice que siempre va a votar positivo. Ella va hacia el atril, canta apesar de las bombas y los fusilamientos los compañeros muertos los desaparecidos no nos han vencido. Ella canta, canta.
Ella habla tranquila, entre compañeros. Se sabe querida, contenida, admirada. Nos habla de amor, nos cuenta del corazón de Néstor tan grande que le estalló el pecho por cuidarla, por defenderla, por quererla. Por quererla, dice, y a una - que es una romántica empedernida- se le caen los mocos sin remedio, mal. Ella nos habla del País que construimos, del orgullo por nuestra educación pública, del mundo que se cae a pedazos y nosotros tan campantes, de los sueños de Néstor, de su familia, de las turbulencias que tuvo que pasar, de Néstor otra vez, que debe estar más tranquilo ahora. Ella habla serena y emocionada, habla con los ojos húmedos. Ella es enorme, sencillamente.
Yo la miro en medio de los mocos irrefrenables. Lloro a baldazos y me pregunto qué tiene esta mina que me puede, que me mata. Cómo hace. Es una presidenta. Es mi presidenta y parece que fuera mi parienta, una prima muy querida, mi hermana. La miro y pienso en mi hija, en la Patria que le estamos dejando y es esta mina que está ahí, en el escenario, quien se pone al frente de la lucha, llenando todos los espacios de combate. Un combate de amor que persigue el último objetivo de un Pueblo feliz y una Patria grande.
La miro y me pregunto cuándo hubiera pensado yo que iba a emocionarme así con un gobierno. Cuándo se me ocurrió la peregrina idea de que un gobierno nacional iba a retomar las históricas banderas que me legó mi viejo y las iba a hacer política de estado. Cómo iba a suponer siquiera dormida que alguien iba a reparar, de a poquito pero firmemente todo el daño que se ha hecho a nuestra Patria, a nuestro Pueblo, a nuestros pibes, a nuestos viejos, a nuestras mujeres. Y les iba a dar un Futuro.
La miro y no entiendo de dónde mierda saca tanta fuerza, tanta entereza en medio de su dolor, en medio de los embates impiadosos de los hijos de puta de siempre. Y encima nos dice que no nos enojemos con ellos, que no entienden. Y la verdad es que entienden, pero ella levita a quince centímetros del suelo, está por encima de todos. Y ellos lo saben, puta que lo saben. Pero el odio le hace más daño a quien lo emite, dice ella, y se los lleva puestos una vez más.
La miro y sé que soy una privilegiada, somos privilegiados por tener esta presidenta. A mi lado, el Ga, con su nudo en la garganta y sus lágrimas que se seca de vez en cuando, también lo sabe.
Ella termina de hablar. Dar es dar, canta Fito y ella baila, en medio de su dolor, ella baila, puta madre. Qué mina.
Detrás de mí, dos muchachones grandes, de impecable traje, tienen los ojos húmedos. Un par de filas más atrás, dos tipos grandes, campera, pinta de laburantes, cincuentipico largos, la miran. Serios, como reconcentrados. Me pregunto qué es lo que están pensando. Seguramente ellos tampoco pueden creer lo que nos está pasando. Seguramente llevan en sus cueros las heridas de los sueños destrozados, que hoy reviven y se pueden palpar.
El acto terminó. Nos vamos quedando para verla hasta último momento. "Si mi Presidenta no se va, yo tampoco" dice el Ga y me enamora más. No lo sabe, no se lo cuenten.
Hay una valla al costado de la platea. Un compañero nos dice que ella va a salir por ahí. Primero no creemos, pero ahí está Ricardo Foster, que no se mueve. Y hay muchos monos ahí dentro del corralito, disculpen la palabra. Y ahí lo veo al fotógrafo presidencial, oséase. Esperemos. Van saliendo los ministros, los gobernadores. Ahí está el Coqui, no fue de vice esta vez, le pongo una ficha para el 2015, me gusta. Y alli viene. Ella.
Se va acercando y saluda uno por uno a todos los que estamos detrás de la valla. Yo estoy rodeada de hombres. Ella me ve, creo que reconoce que soy la única mujer en cinco metros a la redonda. Viene, me saluda, un beso. Un beso a mi presidenta, semejante mina, puta madre. Se me esta yendo y yo tengo en la mano la estampita del Gauchito Gil que llevo siempre en mi billetera y saqué para dársela, como lo más propio que tengo. Se me está yendo y le agarro la mano, se la abro y le pongo la estampita. Ella registra, mira su mano, mira la estampita, y lo reconoce. Sabe quién es el Gauchito. Se le humedecen los ojos y me mira, agradeciéndome. Porque ella es del Pueblo, es así, humildita.
He dicho
hija de puta, me hace llorar mi presidenta y me haces llorar vos!! me estoy deshidratando de tantas lagrimas. Abrazo Nac&Pop
ResponderEliminarTani, no sé si sos vos la que escribió esta crónica (que está circulando por FB). En caso de que lo seas, dejo aquí mi admiración y agradecimiento. Leerlo es volver a conmoverse. Va directo al corazón.
ResponderEliminarMónica Santibáñez