El gorrito de crepé, la pecherita de cartulina y papel glasé, el suéter y las medias can can azules que se te caen. La señorita Nélida con sus botas hasta la rodilla y una pollera corta a la que apenas tapa un guardapolvos. La señorita Nélida se pintaba los párpados de celeste y se delineaba así, el final de la línea en punta hacia arriba, como Elena Sedova, o Solita Silveyra. Y se pintaba las uñas de colorado con un triangulito blanco en el nacimiento, ahí arriba de la cutícula. Era dulce y buena la señorita Nélida, mi maestra de jardincito B (esa era la denominación de los jardines antes de que se inventaran las salitas de colores, jardín B era el de los 4 años, jardín A el de los 5). Era tan buena que me eligió para hacer de granadero de San Martín. Y a fin de año para hacer de Pipo Pescador y cantar la marcha de la Sopa. Pero esta historia es sobre San Martín.
A los cuatro años, San Martín era Alfredo Alcón. Remedios era Evangelina Zalazar y había una negrita que era Ana María Picchio. Ergo, yo era soldada de Alfredo Alcón, que - la verdad- había salido bastante mal en el cuadro que había en la dirección de la Escuela. En el salón de actos, íbamos tras la libertad naciente de medio continente, caminando entre montañas marrones con la punta blanca, hechas en papel afiche. Cruzar una cordillera de papel te hace sentir importante, aunque todavía no sabés muy bien por qué.
En la secundaria, San Martín era propiedad de los militares, que nos hacían ir a las siete de la mañana a desfilar, previo ensayo de días en el cole para poder caminar todos al mismo tiempo, izquierdaderechaizquierda. Un embole los desfiles sanmartinianos, todos cagados de frío, y si no ibas te comías la doble falta. La Patria aburría, era tan dura como las tablas del júmper, y se caía como las medias azules.
La primavera democrática trajo nuevas visiones sobre la Historia. Un poco más de neurona y la llegada de Jauretche sacudieron algunas ideas. Pero aún no llegaba al concepto de Fiesta.
La Patria se despeinó un poco, tan peronista ella. No sé si fue en el 93 o en el 94. Sé que estuve en la Plaza de Mayo con mi hija. Sé que escuchamos a León, a Víctor. Sé que a las seis de la tarde, los Granaderos arriaron la bandera en medio del silencio absoluto y respetuoso de la multitud. Un vientito popular llegaba desde el río, y tuve la imagen de una Patria despeinada, bailando al son del tamboril, de fiesta, con los hombros al aire, riendo y cantando. La Fanfarria Alto Perú empezó a tocar y a hacer bailar al gentío. Los pibes de adelante hacían pogo con el Himno Nacional. Y la gente no dejó ir a la Fanfarria sin tocar la Marcha de San Lorenzo. Mi hija, de unos diez años por entonces, y yo, volvimos a casa saltando porque hacía frío, y cantando a voz en cuello cabralsoldadoheroico. Mi hija vivía a su Patria con alegría, igual que hace un par de meses.
Anoche, la Cadena Nacional nos regaló otra emoción. Desde Yapeyú, la Sole hizo una versión preciosa y emotiva del Himno Nacional, que mezclaba tiempos de zamba y chacarera. Después, un granadero cantó la que me parece la más bella canción patria, el Himno a San Martín. Y al final, la Fanfarria Alto Perú tocó como sólo ella puede hacerlo, la Marcha de San Lorenzo. Y mientras cantábamos honorhonoralgrancabral, yo pensé que ahora San Martín puede descansar tranquilo: Latinoamérica está unida y la Patria está cada vez más cerca una fiesta.
He dicho
a mi me choca del inno a san martín lo de señor de la guerra... No me parece. Me parece que fue al contrario, que hizo la guerra porque era "la continuación de la política por otros medios" (cita que por cierto aborrezco, pero que condice más con los tiempos de San Martín), y que él justamente se bajó cuando corría el riesgo de convertirse en eso, en un "señor de la guerra". Me gusta el San Martín que justamente no es Solanas, que no se juntó con cualquiera para seguir figurando. Que conoció sus límites y que por esa dinámica de los tiempos que le tocaron vivir no pesó más -por desgracia- en la construcción de nuestra patria y sobre todo de nuestro pueblo, que era, en definitiva, lo que a él le importaba.
ResponderEliminarAsí que tenías cuatro años cuando fue Alfredo Alcón... túpida... pero después tuviste 14 igual, que era los que yo tenía cuando la vi...
Abrazos!