Paparula como soy, me se pasó el tiempo y no escribí lo de los mil días. Ahora ya está, ya fue. Pasaron los mil días pero no pasó el orgullo que me provoca esta mujer.
Hoy hablo sobre los mil y la charrasca, unas horas apenas. Me prendo el enésimo pucho del día y miro la foto que sacó Carlos. Cristina nos abraza, vestidita de azulceleste y blanco, vestidita de Patria. Cristina camina entre la multitud. Cristina con su collarcito de perlas y su sonrisa que sólo muda cuando habla de la injusticia, de la avidez de los poderosos, de las complicidades, de la ignominia que se extendió impiadosa sobre nuestras espaldas. Su sonrisa que se ilumina cuando entrega las net a los pibes, o anuncia reparaciones: la asignación por hijo, el aumento a los viejos...
Después de tantos años de morder el polvo, tragar sapos y todo lo que debimos soportar los peronistas y aquellos que, sin serlo, sólo aspiran a una Patria Justa, Libre y Soberana, estos mil días vienen siendo un soplo de aire fresco, un vientito del sur que reaviva las llamas, una lluvia que endulza el verano con ese olor de tierra mojada.
Recuerdo el día uno. Una fiesta para nosotros. Una fiesta así como cuando se hace el amor con alegría, sonriendo, como bailando. Una fiesta en la que una mujer como yo, como cualquiera, era la primera mujer elegida para conducir la Nación, y cantaba en un escenario, y brillaba, brillaba ya desde el Congreso. Recuerdo que iba llegando yo a la Plaza del Congreso y escuchaba sus primeras palabras como presidenta. ¡Pero esta mina no está leyendo! Fue lo primero que pensé. Parece una pelotudez, pero no. Alguien que no lee su discurso me habla desde las tripa, sin red. Escuchar a esa Presidenta ya era una fiesta.
Claramente desde ese día uno las ratas empezaban, en los sótanos de la Patria, a tratar de raspar los cimientos. Lo hacían disimuladamente, claro. No como ahora. Desde las tribunas de doctrina se advertía a la población que en realidad no cambiaba nada, que todo era más de lo mismo, con la sola diferencia de la figurita. Intentaron introducir la idea de que el que realmente iba a gobernar era Néstor, que ella no tendría autoridad, que iba a ser una pelea constante de liderazgos.
Los mil días y la charrasca demostraron que mi Presidenta tiene una impronta muy superior a los energúmenos que la maltratan, que planea tranquila varios metros arriba del vuelo gallináceo de la oposición. Que Néstor y ella conforman un tándem perfecto donde se equilibran las fuerzas que van en una sola dirección: la felicidad del Pueblo y la grandeza de la Patria. Que Néstor esta ahí, como todos nosotros, cuidándola.
Los mil días y la charrasca demuestran que mi Presidenta es mucho, mucho más de lo que ellos pensaban. Es mucho más de lo que pensábamos todos, aún los que la bancamos a muerte desde el día uno. Superó todo lo que imaginábamos en nuestras mejores horas de ensoñación patriótica. Se calzó las polleras y arremetió, como buena pendenciera que es, contra los capitostes de la Argentina vieja. Se la agarró de a poquito, despacito, pluma pluma. Uno a uno. Se metió con los agrogarcas como nadie, desde Perón, lo había hecho. Mierda que hay que tener ovarios. Se bancó la traición de su vicepresidente. Se bancó los insultos más violentos que yo recuerde que se hayan proferido contra primer mandatario alguno, desde el 83 hasta estos días. La amenazaron ¿recuerdan?. "Maten a la yegua". Se banca la feroz campaña de la rapiña periodística. Se bancó todas, de pie. Se metió a democratizar la palabra, terminando de ponerse en contra a los usurpadores de la palabra, a los dueños a la fuerza de cada letrita. Nunca, en estos años de democracia recuperada, un presidente sufrió ataques más feroces. Tal vez porque es mujer y se supone frágil. Pobres pelotudos. Tiene más coraje que todos ellos juntos.
Alguna vez escribí: "Me encuentro diciendo, a veces, que este País no estaba preparado aún para una Presidenta. Tal vez debería decir que la parte chota de este país no está preparada. Y menos para una Presidenta como ésta, que los deja regulando cada vez que abre la boca y los caga desde un quinto piso cada vez que decide algo" . Sigo creyéndolo. Es demasiada Presidenta para la contra que tiene. Nunca van a poder llegarle a la hebilla del zapato.
Mil días y la charrasca. Mil días peronistas. Y el orgullo que crece.
He dicho.
Emocionante es leerte,como siempre.Siempre que entro a este blog,vuelvo a releer otras entradas.Porque se nota q escribís desde el corazón y emociona realmente.Como me emociona Cristina cada vez q la escucho.Nada más q agregar,comparto cada palabra q escribiste.Cada día más orgullosa de la Presidenta q tenemos.Un abrazo.
ResponderEliminarSin ser peronista, no puedo negar mi gran ataque de Cris-pasión que siento. Coincido con vos y con Favio, a los argentinos es de lo mejorcito que nos ha pasado en los últimos 50 años. Lástima que, al igual que con la vida personal, la mayoría se dará cuenta recién en un par de décadas.
ResponderEliminarDisfruten el viaje.
Es cierto. Cristinistas desde el primer día. Y está bien. Porque la quisieron agarrar en el arranque y quedaron colgando del guardabarro, arrastrados por el empuje de quien venía a profundizar los cambios. Y vino. A estos les gusta ser arrastrados pero por vocación y conveniencia (¡cuántos empleados en negro tenía el Gran Monopolio Argentino!). Creyeron que la tenían a tiro... y la teníamos nosotros como emergente de una Patria que costó demasiado. Nos pone ancho el pecho como si todos los días fueran el Bicentenario. Orgullo, pasión, Cristina. Eso siento. Y está bien, algún día tenía que ser. Gracias por la nota.
ResponderEliminarYo la quiero a morir!! No soy peronista. Es más, ni siquiera la voté, y sin embargo no puedo imaginarme el día a día sin ella. Creo que estos mil días son los más felices que viví, desde el regreso de la democracia. Los más intensos. Y sin ser peronista puedo ahora decir como ustedes "los días más felices, siempre fueron peronistas"...
ResponderEliminarGracias por compartir tus ideas y pasiones
Daniela
increíble en mi, coincido con todos, grande el post, grande Cristina.
ResponderEliminar