Ese 17 de noviembre, nada era más importante que mi sexto cumpleaños. Ajena toda otra cosa, recibía a mis primitos, y soplaba las velas de una torta de chocolate y dulce de leche, con mi bonete plateado y verde, más grande que el de los demás chicos, claro está, porque era la homenajeada. La fiesta, humilde pero alegre, se hacía en aquella casona que durante veinticinco años albergó a la familia. Esas viejas casas chorizo, de grandes habitaciones y gallinero en el fondo. El largo patio era campo, castillo, playa, la luna, campamento indio, o lo que anduviera por mi cabeza que ya a esas alturas tenía una leve tendencia al divague. A punto tal, que de tanto ver Viaje a las estrellas, yo quería tener las orejas como el Sr. Spock, así que tiraba de sus puntas hacia arriba, tanto, tanto que un día me miré al espejo y me pareció que tenía las orejas del Sr. Spock, y me dio tanta vergüenza que me ponía la vincha azul arriba de las orejas, para que nadie se diera cuenta. Pero sigamos con mi casa sobre la Av. Almafuerte (que muerda y vocifere vengadora, ya rodando en el polvo tu cabeza), del lado de Pompeya. Adelante, la cocinita y la habitación de la nona, una dulce vieja salida como de un cuento, con su largo cabello blanco recogido en un rodete, que me daba las pastillas de vitamina c, me llevaba el helado a la cama cuando me operaron de la garganta, me hacía las trenzas para ir al jardín, y que ahora estaba ahí con su sonrisa desdentada, haciendo más feliz aún el cuadro de la nietita preferida (primera hija de su hijo menor, eso y no otra cosa es ser consentida).
Afuera llovía, y una marea de gente volvía a sus casas después de haber caminado kilómetros y kilómetros, años y años, persecuciones y persecuciones. Yo sólo me preocupaba por abrir regalitos y ellos puteaban porque no habían podido ver al Macho que había vuelto, riéndose de la mojada de oreja del otro general. Pero el Macho ya estaba acá, carajo, preso en el hotel, pero acá. Y ellos felices, embarrados hasta el alma peronista, coreando la marchita, cansados, con el agua fangosa que empezaba a secarse y a endurecer las ropas. El guardiamarina terminó en cana con su intento de sublevación, todo mal, siempre hay un imprevisto en el más perfecto de los planes, si lo sabremos nosotros...
Pero el Macho estaba acá y las viejas lloraban de emoción, los chicos no sabíamos qué, pero qué importa, estamos todos contentos. “Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P, ¡Perón!”, me cantaba la tía Imelda, y yo coreaba con ella, sin saber quién era ese Perón que me cantaba mi tía aunque lo suponía una especie de abuelo inalcanzable, que había estado lejos y ese día venía a visitarnos. Siempre dije que en realidad Perón había venido para que yo tuviera su vuelta como regalo de cumpleaños. Y de hecho, capazmente el Viejo hijo de puta me cagó, y volvió para mi cumpleaños, para que yo no pueda hacer otra cosa en mi vida que honrar este día, cosa que a veces me sale. Y pensar que, aunque suele suceder que las minas buenas salimos perdiendo y pasamos cumpleaños tristes, queda la certeza de no traicionar al corazón, músculo de mierda que a veces duele pero siempre sale fortalecido porque así dicen, lo que no te mata te fortalece. Y que, en todo caso, siempre están los compañeros, aunque ni sepan, para que una se zambulla en el cariño de todos, cuando doscientos de ellos te cantan el feliz cumpleaños por teléfono, o cuando planeás seguir haciendo quilombo con ellos, porque construir una Patria es más importante que cualquier mierda que te pueda pasar.
Hoy, treinta y siete años, miles de muertos, centenares de dolores, millones de lágrimas, mares de sangre, infinidad de puteadas más tarde, aquel día sale de la bruma... sueño y veo a aquellos hombres y mujeres que desafiaron tanquetas, lluvia, ametralladoras... No sé cuántos siguen vivos, cuántos duermen en el río, cuántos quedaron hechos mierda. Sólo sé que esa noche cruzaron campos y se reconocieron entre los yuyos, se cagaron en las prohibiciones y en los muros de milicos, y caminaron, y siguieron caminando, tal vez, para festejar mi sexto cumpleaños...
LIBRES O MUERTOS,
JAMAS ESCLAVOS
Pero el Macho estaba acá y las viejas lloraban de emoción, los chicos no sabíamos qué, pero qué importa, estamos todos contentos. “Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P, ¡Perón!”, me cantaba la tía Imelda, y yo coreaba con ella, sin saber quién era ese Perón que me cantaba mi tía aunque lo suponía una especie de abuelo inalcanzable, que había estado lejos y ese día venía a visitarnos. Siempre dije que en realidad Perón había venido para que yo tuviera su vuelta como regalo de cumpleaños. Y de hecho, capazmente el Viejo hijo de puta me cagó, y volvió para mi cumpleaños, para que yo no pueda hacer otra cosa en mi vida que honrar este día, cosa que a veces me sale. Y pensar que, aunque suele suceder que las minas buenas salimos perdiendo y pasamos cumpleaños tristes, queda la certeza de no traicionar al corazón, músculo de mierda que a veces duele pero siempre sale fortalecido porque así dicen, lo que no te mata te fortalece. Y que, en todo caso, siempre están los compañeros, aunque ni sepan, para que una se zambulla en el cariño de todos, cuando doscientos de ellos te cantan el feliz cumpleaños por teléfono, o cuando planeás seguir haciendo quilombo con ellos, porque construir una Patria es más importante que cualquier mierda que te pueda pasar.
Hoy, treinta y siete años, miles de muertos, centenares de dolores, millones de lágrimas, mares de sangre, infinidad de puteadas más tarde, aquel día sale de la bruma... sueño y veo a aquellos hombres y mujeres que desafiaron tanquetas, lluvia, ametralladoras... No sé cuántos siguen vivos, cuántos duermen en el río, cuántos quedaron hechos mierda. Sólo sé que esa noche cruzaron campos y se reconocieron entre los yuyos, se cagaron en las prohibiciones y en los muros de milicos, y caminaron, y siguieron caminando, tal vez, para festejar mi sexto cumpleaños...
LIBRES O MUERTOS,
JAMAS ESCLAVOS
Un abrazo grande Tanita, que otra cosa podias ser, si naciste el dia del militante Peronista.
ResponderEliminarEl caniche chino
Tana...
ResponderEliminarque se yo. Feliz todo amiga.
Vidas paralelas. solo que a mi no me vino a festejar el cumple el viejo. el resto...ya sabes
Impecable. Emocionante. Peronista. ¡Qué ibas a ser en la vida sino eras esto que sos? Una compañera de fierro, una militante, una mujer? te lo digo otra vez: feliz cumpleaños Tana querida!
ResponderEliminarMario
Feliz cumpleaños!!!
ResponderEliminaremociona el escrito!
Buenos deseos!!!
Adal
¡Feliz cumpleaños Tana! Y cuando venga por Córdoba la vamos a homenajear con unas mollejas y unos López (vinos, no guasos) que Ud. se lo merece.
ResponderEliminar¡Compañeraza Tani! Un fenómeno usté. Gracias por su relato, emotivo y peroncho, como siempre. Abrazo
ResponderEliminarUn beso y abrazo grande Tana! Tus post me emocionan mucho y este no fué la excepción. Alegran y emocionan el alma. Besos y Abrazos.
ResponderEliminarAna
Algunos vivimos una vida traicionando algunas convicciones, otros , la viven plena, con una integridad que asombra, enternece, enamora..
ResponderEliminarFELIZ CUMPLE COMPAÑERA TANA!!!
DR K
Me gusto mucho lo que escribiste
ResponderEliminarFELIZ CUMPLEAÑOS TANI!!
Un Abrazo cumpleañero y peronista !
Hola Tani,
ResponderEliminarFeliz Cumpleaños!! Bueno parece que tenemos algo en común yo festejo mi cumple el dia de la democracia, que es el dia en que asumió Cristina su presidencia... el 10 de diciembre.
Y ese día me fui con una amiga a comer, y me senté frente a la Tele... Ese día era de triple festejo!! Es la primera vez que lo cuento en un blog.
Saludos
Gal
Feliz cumple compañera! Muy lindo todo lo que escribis.
ResponderEliminarSaludos
Y me gusta más la intimidad de la primera parte, felíz cumpleaños otra vez, compañera querida
ResponderEliminarTarde, tardísimo, pero que haya sido feliz, y, un texto maravilloso, maravillosísimo (me quedo sin palabras y sin superlativos). Y por cierto, cumplís años el mismo día que mi hermano. Mi vida de capricornio, llena de escorpios y tauros. Todos amados.
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