Yas tá, ya pasó, sana sana culito de rana, decía mi madre (en realidad decía colita pero a mí me gusta más culito) cada una de las muchisísimas veces que yo aparecía llorando con un bruto raspón en la rodilla, porque me había hecho bosta contra el suelo, sea porque ese árbol estúpido no me había sostenido o los patines de rueditas anaranjadas habían sido ineficaces. Y me mandaba el merthiolate y soplaba, soplaba. Laputaqueloparió con el merthiolate.
Una sensación parecida tengo desde la derrota del domingo. Algunas cosas aprendí desde aquellos -no tan lejanos, che- años de mi infancia. En principio que sí, hay que llorar, hay que berrear. Un poco. Los segundos necesarios para entender que no es que el árbol no te sostuvo, si no que metiste la pata mal.
El domingo, después del bajón de ir viendo, uno a uno, todos los sobres de mi mesa, después de la maldita planilla, después de que el 47 y la charrasca me golpeara la cabeza, después de la primera pasada por el NH, la pasada por el comando de la comuna, otra vez al NH para ser una de los diez o quince militantes que vimos salir al candidato y lo aplaudimos, después de todo eso, digo, que fue la berreada, la puteada, la incomprensión, me soné los mocos y encaré la botellita de merthiolate.
A prosópito no entré en las redes sociales. Supuse que iba a ser una gran puteada general. Occcvio. La primera reacción. Está bien. Es lo que uno hace cuando se da un porrazo. Tonce, era previsible que hasta se saliera a hablar pestes del famoso "electorado porteño", una entelequia que no llegamos a comprender en su compleja totalidad.
Una sensación parecida tengo desde la derrota del domingo. Algunas cosas aprendí desde aquellos -no tan lejanos, che- años de mi infancia. En principio que sí, hay que llorar, hay que berrear. Un poco. Los segundos necesarios para entender que no es que el árbol no te sostuvo, si no que metiste la pata mal.
El domingo, después del bajón de ir viendo, uno a uno, todos los sobres de mi mesa, después de la maldita planilla, después de que el 47 y la charrasca me golpeara la cabeza, después de la primera pasada por el NH, la pasada por el comando de la comuna, otra vez al NH para ser una de los diez o quince militantes que vimos salir al candidato y lo aplaudimos, después de todo eso, digo, que fue la berreada, la puteada, la incomprensión, me soné los mocos y encaré la botellita de merthiolate.
A prosópito no entré en las redes sociales. Supuse que iba a ser una gran puteada general. Occcvio. La primera reacción. Está bien. Es lo que uno hace cuando se da un porrazo. Tonce, era previsible que hasta se saliera a hablar pestes del famoso "electorado porteño", una entelequia que no llegamos a comprender en su compleja totalidad.
Al otro día empecé a leer a los compañeros, y encontré algunos escritos como el de Mendieta y el de El Marquesito, que echaban algo de luz sobre el asunto, entre tantos otros que también lo hicieron.
Es legítimo y hasta saludable cuestionar la voluntad popular, siempre y cuando se haga para intentar comprenderla, para asirla, y -sobre todo- para preguntarnos por qué no nos eligió, qué estamos haciendo mal, qué error estamos cometiendo, sea en la comunicación, en la logística de campaña, en el discurso y su llegada a "la gente". Qué es lo que no entendimos. Autocrítica que le dicen.
Según mi escaso entender, desde hace muchos años ya, cambió sustancialmente la sociedad argentina y -sobre todo- su forma de dejarse convencer. Y esto incluye las propuestas políticas y por supuesto también a los candidatos. El que hizo punta en una nueva forma fue, sin dudas, don Raúl Ricardo, inaugurando la era de las campañas manejadas por publicistas, en la que un candidato se vende cual gaseosa. No digo que es lo mejor, digo que es lo que hay. Y digo que es lo que resulta, sobre todo cuando no hay una gestión contundente para mostrar. Macri lo llevó al paroxismo. Y le resultó. Como a De Narváez el alica-alicate.
Nosotros, tal vez por un exceso de convicción en cuanto a que lo que pensamos, decimos y hacemos puede comunicarse eficazmente de manera tradicional, nos quedamos ahí. No digo que debiéramos haber repartido globitos ni poner a Filmus a decir boludeces o a bailar como un espástico, no. Digo que evidentemente debiéramos haber sido un poco más modernos y más direccionados en la comunicación.
Otra cosita que me parece es que no era muy eficaz esto de pegarse tanto con la Nación. Lo decía yo a algunos compañeros cuando empezó a hacerse evidente que Cristina tiene una alta intención de voto en la capital, y que Macri también. Nunca me resultó descabellada esa idea. La "gente" de la capi opera de esa manera. Se cree que reparte poder, y eso no está del todo mal. La "gente" está bien con Cristina, ve que las cosas andan mejor, pero no quiere un delegado del gobierno nacional. Y Filmus parecía un delegado. Al menos el discurso trasuntaba eso.
Mi amigo Oscar Canabal, brillante publicista, lo expresa de esta manera: "Los porteños tienen, como todos los electorados, características particulares, y Filmus no tiene esas características. A eso sumale una estrategia de comunicación pésima. Y en consonancia con esa estrategia la campaña publicitaria fue realmente mala. Es de locos decirle a un distrito que pretende ser "independiente" como éste, decirle que te vas a pegar 100% al Gobierno Nacional. Y eso es lo que hizo el FPV. Muchas veces ser tan obsecuente juega en contra". Sigue diciendo mi amigo Oscar: "Por eso, no hay que enojarse con la gente, un candidato se empaqueta y se vende como se vende una Coca-Cola, ahora vos podés vender cualquier cosa, también le hacen publicidad al Glifosato y es veneno puro". Macri. En fin...
Hasta acá, parte del merthiolate, debería haber más. Pero después, nomás. Ahora hay que ponerse los patines de ruedita anaranjada de nuevo y salir a jugar, siempre hay una veredita que no exploramos, que no transitamos. Ahora queda la segunda vuelta. Los números no dan, no dan. Estamos más bien en el horno, si pensamos que el 3% que votó a la cejuda seguramente va a votar al niño Maurizio. Con eso le alcanza.
La única posibilidad, creo humildemente, es salir a buscar el voto de ese casi 30% que el domingo se quedó en su casa. Salir a conquistar esas voluntades. No digo enamorarlos, al menos atraerlos. Es el último resquicio por donde puede colarse la probabilidad de revertir el resultado del último domingo. Y si no lo logramos, el señor ese de la foto va a ser otra vez jefe de desgobierno de nuestra amada y odiada ciudad.
Vamos a ir a la segunda vuelta. No sólo porque lo dice la ley. Vamos a ir porque tenemos orgullo, porque tenemos dignidad. Porque nuestros hijos tienen que saber que vamos a dar la pelea, eso es lo que tenemos que enseñarles, que soldado que huye no es soldado, es desertor. Y que si hay que morir, debe ser con las botas puestas.
He dicho.
Me encantó Tana, coincido y comparto las rueditas anaranjadas... abrazo
ResponderEliminarBien y bien lo del mertheolate. Soy del Conurba,conozco gente que no votaría a Cristina jamás, pero al candidato del FPV en el distrito sí lo vota porque el tipo algo hizo. Famoso voto cruzado y al revés: tipos que votaron a Macri y que no lo hubiesen votado jamás para presidente votarán por Cristina. Se entiende?.... Che, tan difícil no es.
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