AGACHATE QUE VIENEN LOS INDIOS

Es como si viniera mi abuela María, con sus ojos chiquitos, hundidos, tristes, con su piel ajada y cobriza, tan arrugadita, castigada de siglos, con sus patitas flacas, chuecas, los juanetes deformándole las pantuflas. Viene mi abuela María ahí, por la Diagonal Norte, mi abuela que no usaba termo porque tomaba el mate cebándolo desde la pava que tenía permanentemente hirviendo en la parrillita puesta sobre el hueco en el piso de tierra. Mi abuela que no me hacía tortas de chocolate porque era tan pobre. Pero se mandaba unas tortillas de grasa imposibles y me dejaba meterme en el tanque de agua porque el verano riojano te quema hasta las ganas de joder.

Mi abuela no tuvo mucho tiempo de mimarme ni de enseñarme cosas. Muy lejos vivía, muy pocas veces la vi. Pero hoy me pareció que estaba multiplicada por la Plaza de Mayo. Pidiendo algo de Justicia para los años de su Pueblo.

Los indios vienen multicolores, hablando por sus erkes, por sus bailes, por sus ponchos. Vienen saliendo de las piedras, de los montes, de los ríos. Hablan de la Pachamama enferma. Gritan su dolor de siglos, dignos, sabios. Hablan del mate cocido, de sus padeceres, de sus humillaciones, de la exclusión.

Vienen hartos de ser soterrados, escondidos, marginados.

No puedo dejar de recordar el barrio Toba, allá a las puertas de Resistencia, al costado de la Ruta 11. El barrio Toba tiene una calle a cuyos costados se levantan dos hileras de construcciones que pretenden ser casas. Unos caños. Literalmente. A ver si me explico: uno toma un caño de tres o cuatro metros de diámetro, lo entierra hasta la mitad y ahí adentro mete una familia toba.

Una familia toba que es dueña del "chacú", su lugar de cacería. Y que acoge a los ñiños de otras familias si los pesca la noche en ese caño, porque los niños son de toda la comunidad. Y que confía en el mensajero, y en el monte, y en el loro, que habla qom porque los animales preñaron a las mujeres que bajaron del cielo.

Hoy no hay cacería ni propiedad de sus tierras. Apenas esos caños y la supervivencia con las artesanías para que el blanco lleve de recuerdo de su paso por el Gualamba.

Pienso en los tobas allá a la vera de Resistencia y en mi abuela María. Naciones diferentes, la misma pobreza. Y la misma indiferencia del blanco que hoy los vio por la tele, porque generaron caos de tránsito.
A lo mejor, un día, hagamos Justicia. Aprendamos que la Tierra es un ser vivo, que se enoja, que quiere respeto y que guarece. Que todos cabemos en ella. Que los pibes son de todos. Que los indios están desde el principio y les debemos la dignidad, la salud, la educación, el pan, y sus tierras. Y que deberíamos agacharnos a su paso, pidiéndoles disculpas.

He dicho