
Sucede que a veces las cosas pasan porque pasan, nomás. Digo, uno va por ahí caminando y justo pasa el bondi que te deja en la puerta, o el amor de tu vida, o el tipo que más odiás, o se te cae un piano en el marulo, o te encontrás un billete de lotería y te sacás el gordo. Nada que vos decidas, nada por lo que labures, nada de que enorgullecerte. Porque uno no puede enorgullecerse de tener culo. Eso me dijo mi viejo, que sabía bien de qué cosas presumir.
Sucede que algunos creemos que si toda tu vida te pasa así, de pedo, tenés masomeno una vidita de mierda. Incolora, inodora e insípida. Y lo peor es que ni te enterás. Pero estoy tomando el simpático rumbo de los tomates, veamos cómo voy al punto. Mejor directo.
Esta Ley no pasó de casualidad, eso quiero decir. Además de quienes la pensaron, la escribieron, la modificaron, estuvimos los militantes que la laburamos día a día, en la calle, en la red, en la familia, en el círculo de amigos. Y en los blogs. Todos los blogueros somos un poquito dueños de esta ley, eso también quiero decir. Todos y cada uno, desde su pequeña trinchera hecha de teclado y monitor, salimos a pelearle a ese monstruo infame dueño -hasta ayer- de la palabra. Y lo hicimos con todo, creatividad, humor, sensibilidad, investigación, sarcasmo, datos concretos, datos imaginarios. Cada uno con su hondita hizo el tiro certero a la frente de Goliat, que pase el que sigue.
Y ahora, discúlpenme, voy a decir que me siento especialmente orgullosa de mis compañeros del MPB. De los que entendimos que está bién tirar con la honda particular, pero a veces es necesario el tiro colectivo, todos a una, Fuenteovejuna. De los que asumimos nuestra identidad irremediablemente peroncha, que lleva en sí misma la necesidad de organizarse, es orden del General. De los que gastamos horas de bar, hectolitros de café, toneladas de pizza o salame y queso, como excusa para ir diseñando pequeñas estrategias de construcción. De los que pusimos a los compañeros ahí, en las audiencias públicas, compañeros que pusieron la cara para hablar en nuestro nombre, y la pusieron tranquilos porque sabían que detrás de ellos había toda una organización sosteniéndolos. De los que todos los días, mail va, mensajito viene, fuimos tejiendo la urdimbre de un enramado denso, que salió de la virtualidad y ya tiene un pequeño lugarcito en la calle. El lugarcito que ocupa el trapo querido, pintado con aerosol. Tan sencillo como eso.
Quiero repetir hasta cansarme que estoy orgullosa hasta el caracú, que no entro en mi pilcha, que me desborda una satisfacción rayana en la pedantería por esa bandera colgada ahí, porque cada centímetro de trapo tiene un compañero de la hostia que lo sostiene. Porque esos compañeros estuvimos todos juntos, de cuerpo presente, llevando en el cuero a los que no podían estar, llevando en el alma y la garganta toda la historia peronista, llevando en los ojos a todos los silenciados del sistema.
En esa madrugada gloriosa, confirmé qué tan necesario es organizarse. Y que la organización implica voluntad, trabajo, alegría. Nada de ambiciones personales, nada de estrellatos forzados, nada de liderazgos precocidos, que son tan indigestos, nada de primerear lugares, nada de toda esa mierda. Solamente setenta tipos poniendo las tripas en una construcción, el cerebro en el laburo, los brazos en la Historia, el corazón en una Patria. Solamente setenta tipos ahí, bajo el rocío feroz de una madrugada porteña, mirando una pantalla perversa que detenía la respiración y no aparecían los malditos números, hasta que sí, se llenó de verde la puta pantalla y los compañeros que estábamos y los que no podían estar estallábamos como pororó en la olla y nos fundimos en un abrazo gande como la cordillera, y tan fuerte como ella. Esa imagen del scrum bloguero peronista, esa imagen, es la que resume acá, en el medio del pecho sin aire, el fanatismo incurable por mis compañeros, esos vagos atorrantes con los que voy combatiendo alegremente por la Patria. Es una buena cosa para enorgullecerse, diría mi viejo.
Salú, compañeros!!! Viva Perón Carajo!!!
He dicho