LOS PUEBLOS QUE CANTAN SIEMPRE TENDRÁN FUTURO

"La gloria es que, en la madrugada,

alguien silbe tu canción"

Atahualpa Yupanqui

Si veintidós futbolistas están parados en el campo de juego, y las hinchadas hacen un denso e inquebrantable minuto de silencio sólo porque te fuiste... Si la Presidenta de una Nación se inclina y deja un beso en tu ya fría frente, así, con el rostro demudado, desencajado de dolor, con el llanto desparramado por todo el cuerpo... Si tu hermano León está en la provincia que te vio nacer y ahí, en esa plaza repleta de tucumanos, mozas y zambas, se le ven, a tu hermano, tras los cristales rojizos, los ojos hinchados de lágrimas y así y todo va y canta la pequeña canción que le hiciste himno... Si pasan esas cosas y, sobre todo, pasa que a tu velorio va una vieja que junto monedita sobre monedita para viajar desde Aldo Bonzi a despedirte, entonces, entonces, es que algo grande hiciste con tu vida, carajo. Algo grande.

Nunca me compré un disco de la Negra Sosa, nunca fui a uno de sus recitales. Había, sí, un casette en casa, que compró mi viejo que compraba pocos casettes. Estaba junto con los de los Quilla Huasi, el Chango Nieto, y los de tango. Cosas que escuché desde chica y de las que me alejé en la adolescencia cuando descubrí el rock nacional y debía, era menester, romper, ni anque sea por un rato, con las estructuras heredadas. Al menos hasta poder resignificarlas. Y me cagó, la Negra, porque se puso a cantar temas de Charly, de León, esas cosas, e hizo que mi viejo escuchara rock nacional. Y que yo volviera a cantar, como cuando chica, Cuando tenga la tierra, caballito de batalla en las reuniones familiares, con la criolla que mi viejo me compró con sacrificio. Y ver la sonrisa orgullosa del viejo, cantaré cantaré, era señal de que, afinada o no, también esa herencia iba a ser permanente.

De todos modos, y debo decirlo para no ser hipócrita, no es que la Negra me haya gustado tanto, sencillamente porque preferí otras cosas, qué se yo. Sin embargo, era subyugante. La veía algunas veces por la tele. La Negra abría la boca y parecía que su voz se podía ver, se podía tocar. Tan contundente era. La Negra abría la boca y no era una voz, era el arrope, el chuño, la tierra, la seca, la inundación, el monte, el vino. Todo eso venía condensado en su voz. Como la Libertad, palabra dulce que se hizo amarga tantas veces por su falta. Porque ver a la Negra en la tele, verla abrazada a la Presi, también era la Libertad, después de saber que por tantos años sus cosas se escuchaban en la clandestinidad .

"Se murió la Negra. ¿Quién es Macri?" me dijo mi entrañable amigo por mensaje de texto cuando le explicaba que me enojé con ella cuando apoyó al susodicho. Y tiene razón. SE murió la Negra y los hijos de puta que hoy hablaron en Plaza San Martín deben estar chochos porque hay una menos.
No saben, pobres pelotudos, que seguimos multiplicándonos, cantando al sol, puteando y tarareando las melodías que regaló la Negra. Silbándolas en la madrugada.

He cantado.